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"El mito del GEN"

Rosa Iglesias • oct 03, 2021

Artículo escrito por Rosa Iglesias

El mito de gen y la cronicidad de algunos trastornos


Desde que me interesé por el Trastorno Obsesivo Compulsivo, primero como madre de dos afectados y ahora como profesional en el campo de la salud mental, sentía muchas contradicciones en torno a su modo de tratarlo y a su conceptualización. Cuando ya antes de comenzar un tratamiento se le instaura al afectado la idea de que su condición es esa, y lo único que puede hacer es adaptarse a vivir con ello, le obligamos a sentir el freno ineludible de la cronicidad.


Un diagnóstico de este calibre quiebra por dentro a la persona, que en la mayoría de los casos está atravesando una fase de severidad, quedándose en la mayoría de los casos con la idea de estará así para siempre.


Para asumir esto tendrá que sufrir un duelo sobre su salud y le obligará a percibir su situación como limitante, reduciendo así las posibilidades de su propio avance. El impacto familiar que esto tiene también es sumamente influenciable en la salud mental de sus componentes y en como ello pesa sobre el afectado. Esta determinación tan categórica a permeado en el colectivo que guarda relación con la salud mental. Me refiero no solo a los afectados y familiares, sino a los propios profesionales, donde estos pueden refugiarse y salvaguardarse mejor de sus fracasos terapéuticos, ya que él también se pondrá un limite a la hora de recuperar a un paciente.


He dedicado algo de tiempo a buscar información al respecto de la gran confrontación aún existente entre lo genético y lo aprendido que mantienen los medios, la cultura popular y ciertas líneas de investigación. El debate es cada vez más insostenible. Son dos realidades convivientes y donde el conjunto estimular del ambiente con el que interactuamos, deja a la genética el lugar de variable disposicional y que marcará manifestaciones de conductas reflejas innatas de forma prematura. Daniel Heredia Doval (2012)


El artículo “El mito del gen: Genética, epigenética, y el bucle organismo ambiente” Hace reflexionar sobre la necesidad de la investigación sobre diálogo constante entre el genoma, el epigenoma y el medio. Describe como insostenible por más tiempo esta visión lineal sobre la información genética. Según el artículo el concepto actual del gen obtiene un valor diferente como unidad de información biológica. Cada día resalta aún más la actualidad con nuevos descubrimientos que debilitan esos conceptos y los tacha directamente de MITOS, dándole más peso a la interacción descrita anteriormente.


Estudios como, “La epigenética y los estudios en gemelos en el campo de la psiquiatría” (Adriana Estrella González Ramírez, Alejandro Díaz Martínez, Adriana Díaz-Anzaldúa. 2008). Ponen de manifiesto que entre gemelos monocigóticos pueden presentar trastornos hereditarios que no se dan en ambos. Solo uno de ellos lo presentará. El estudio de las variaciones de las funciones de los genes que no afectan la secuencia del ADN, por cambios esencialmente en las citosinas de éste y en las histonas de la cromatina, es lo que se denomina EPIGENÉTICA.


La Epigenética, nombre acuñado por Conrad Hal Waddington en 1942, es el estudio de la genética del ADN y su relación con el ambiente. Estas modificaciones son muchísimo más frecuentes que las que modifican en la secuencia del ADN, y esto fundamenta la diversidad biológica, demostrando como el conjunto estimular del ambiente, puede transformar la expresión genética contribuyendo a nuestro fenotipo.


Este tipo de estudios arroja datos sobre la importancia de la epigenética en la investigación de los trastornos mentales y encontrar respuesta parcial de las diferencias entre gemelos idénticos. La estrecha relación entre la herencia genética, social y la ambiental, nos sitúa en un círculo de condicionamiento que no permite destacar en importancia a una más que a otra.


Todos los estudios realizados al respecto, demuestran que los genes están programados para la realización de las funciones motoras, pero que la influencia de los factores ambientales condiciona su activación o no, fruto de la adaptación al comportamiento social y sus presiones. Isea (2015).

 

Mönks (1996) Se reitera en que las necesidades sociales no siempre están en coherencia con el potencial individual, lo que conlleva que la pertenencia a una sociedad específica puede desfavorecer el desarrollo de ciertos talentos si no se tienen en cuenta dentro de ese contexto social. Define el desarrollo humano como la interacción entre el individuo y su ambiente como un proceso dinámico, de cambio continuo, donde la naturaleza del individuo junto con el ambiente, determinan que conducta se hará manifiesta, acentuando o debilitando el potencial individual. 


Este paradigma abre paso a un mejor entendimiento de la cronicidad, en el que podemos valorar objetivamente que no existe una condena para las personas afectadas de TOC, puesto que el peso del aprendizaje puede dar unos resultados mucho mas ajustados a la realidad. Por tanto, la genética como variable disposicional para el TOC no tiene la fundamentación suficiente como para sentir esta ni otras patologías como crónicas a pesar de lo que se pensaba hasta ahora.


Lo cierto es que finalmente cada individuo es un conjunto único y exclusivo con una interacción con el medio y una variabilidad disposicional genética irrepetible, entonces ¿Cómo podemos ignorara estos conocimientos y persistir a partir de ahora en conferir la cronicidad de ciertos trastornos como el TOC?. No podemos rendirnos ante esta idea paralizante que ya se descarta desde muchos ámbitos de la comunidad científica, ni tampoco a plantearnos que las intervenciones terapéuticas puedan ser mucho mas ajustadas y personalizadas de lo que hasta ahora se está llevando a cabo.


Proceder a diferentes tipos de diagnóstico, integrar herramientas terapéuticas, trabajar desde diferentes líneas de intervención y abrirse a la globalidad de las dificultades y fortalezas individuales, permitirá realizar una intervención más ajustada y exitosa. Tal y como venimos haciendo desde Planeta TOC, no podemos centrarnos en la conducta y cognición presente de un paciente, tratando de no verle como persona con unas experiencias a lo largo de su vida, incluida su vida intrauterina, que resultan desconocidas para el profesional que los trata.


No conocer los motivos que ocasionaron que, en el desarrollo del individuo, éste necesite de la sintomatología del TOC para apaciguar equivocadamente su sistema de seguridad es un factor precipitador al fracaso de la intervención, la cual conseguirá en un determinado porcentaje un éxito valioso encaminado a una conducta más funcional y limitando la mejoría de todos los aspectos que angustian a la persona.


Rosa Iglesias Rosique

Pta. de Planeta TOC


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